Cuando en 2001, todavía eufóricos por la realización del XVIII Congreso Espírita Panamericano, conmemoramos los 65 años de esta casa, decíamos que el espiritismo no envejece, no se degenera, pues está explícito en su fisiología los mecanismos de autorregeneración y que, por lo tanto, una auténtica institución espiritista debe reflejar el dinamismo intrínseco de la propuesta espiritista. Ora, todos nosotros, los que hemos buscado rescatar esta postura progresista y librepensadora, característica esencial del pensamiento espírita, sabemos cuán difícil y solitaria ha sido la caminada. Prestigiar la búsqueda de saber y libertad, estimulando la capacidad de analizar críticamente el espiritismo, interpretándolo como una construcción cultural humana y, por lo tanto, perfectible, ha recibido como respuesta la incomprensión de sectores más conservadores del movimiento espiritista y, más que esto, la excomunión bajo la acusación de apostasía. Éste es, históricamente, el precio de la desobediencia.
La verdad, sin embargo, es que no estamos completamente aislados u olvidados. Poco a poco, compañeros de los dos planos de vida se juntan a nosotros trayendo apoyo y estímulo. En abril de 1986, en el auge de la reacción conservadora, recibimos de Joaquim Cacique de Barros, el espíritu que tenemos como nuestro orientador espiritual, un extenso mensaje psicografiado analizando la historia y las características de nuestra institución. En determinada parte del mensaje él nos decía: “Y para que seamos más entendidos, es nuestro deseo crear aquí en esta casa, que es nuestra, una mentalidad nueva. Formar, sino muchos, pero un montón de hermanos capaces de difundir una doctrina restaurada a sus bases, pero también sólidamente apoyada en los avances que la ciencia y la tecnología nos ofrezcan; un espiritismo emancipado de místicos y milagreros, todavía mercaderes de indulgencias, que eligieron un Jesús, casi siempre triste por nuestros pecados, pasivo y estático, que ellos adoran sin comprender la dinámica de su evangelio libertador”.
Veinte años después, cuando nuestra casa celebra setenta años de existencia, nuestro pequeño y valeroso grupo de colaboradores ha envejecido un poco más y el cuadro de dificultades no ha cambiado, pero es todavía y siempre con emoción que recordamos las palabras del amigo espiritual, buscando hacernos dignos de la tarea para la cual hemos sido invitados.
Parodiando al teólogo Leonardo Boff que pasó por dificultades semejantes, rindo homenaje, en esta fecha, a los trabajadores del Centro Cultural Espírita de Porto Alegre que a lo largo de estos años de luchas y dolorosas transformaciones han sido vilipendiados y han tenido que andar solos, únicamente por haber comprendido que no basta con que el espiritismo exista. Él necesita ser continuamente construido, no en contra de, pero a pesar de aquellos que lo quieren reducir a una secta cristiana más.